AÑOS EN CUERPO Y VIDA

La propuesta de teatro y danza documental, Fuerza de Gravedad, ofrece una reflexión sobre el cuerpo contemporáneo.

Anda de puntillas sosteniendo un cuerpo perfecto. El equilibrio sobre el escenario es admirable. Flexiona la rodilla  y gira sobre sí misma varias veces a una velocidad que se acelera según llegan los aplausos. Ella es Stella Maris, una mujer de 70 años que contempla su vejez posada en unas zapatillas de ballet que han pisado los mejores escenarios posibles, empezando por el teatro Colón de Buenos Aires, de donde partieron ex bailarines como Roberto Dimitrievitch y Galina Gladinkova, cuyas edades también superan los setenta años, y que ahora comparten protagonismo junto a la también bailarina Cecilia Blanco en Fuerza de Gravedad,  “una obra de teatro-danza documental que pretende ser una reflexión sobre el cuerpo contemporáneo y su relación con la escena”, cuentan. La experiencia escénica se representó en Madrid el pasado mes de Julio, pero con pretensiones de que el espectador observe y medite el paso del tiempo de su cuerpo, sin nostalgia, de frente y con orgullo. “En mi caso lo que hago es insignificante respecto de lo que hacen los demás”. Stella observa admirada y perpleja a su compañera Galina, la más mayor sobre el escenario. “A sus 96 años es un ejemplo de vida e ilusión. A veces ponemos en valor historias sin sentido, y la de esta bailarina está recogida en  infinidad de recortes, cartas, fotografías…”,  una vida llena de superaciones, alegrías y sufrimientos, que mantiene en la perplejidad a Stella, que sin rubor  aparece en escena con un maillot de lycra azul claro. En ese momento los que asisten a ver “Fuerza de la Gravedad” se preguntan: ¿Los que bailan son cuerpos o son meras evocaciones mentales? o ¿son los jóvenes los que se imaginan ancianos o son estos los que se recuerdan jóvenes? Poco importa, si lo que sea desea es el “reconocimiento de un tiempo presente en el que el cuerpo y el movimiento expresan, se muestran activos y sirven para hilar una historia”. En esta intención de Stella por ser testigo de los límites del cuerpo, la resistencia y el lugar que ocupa en la sociedad, no se olvida de la edad. Sigue activa, cuidando sus piernas, alimentando la mente y no olvidando ese espíritu rebelde e insatisfecho con el que anima a todas las personas de su edad. “Debemos ser nosotros mismos, seguir formándonos, olvidar prejuicios y enseñar con nuestras memorias la valía que aún poseemos”. 

Dicen que en la técnica Graham, de la que ella es maestra, reside su armonía corporal y mental. “Esa disciplina sirve para formar  bailarines, estirar correctamente los brazos, utilizar los abdominales, la pelvis…” al ritmo de un pequeño tambor que la propia Stella maneja al compás de la respiración. Para ella la disciplina lo es todo, y vale también para cualquier aspecto de la vida. “Todos nos adaptamos al tiempo de todos. Los chicos al tiempo nuestro pero nosotros, a la vez, al tiempo de ellos”. Ahí reside parte del mensaje de “Fuerza de la Gravedad”. La obra se nos revela como un instante para pensar acerca de la vida y la muerte, los miedos, el tiempo, los límites del cuerpo, la resistencia, el lugar del cuerpo “viejo” en la forma contemporánea de percibir y definir el cuerpo. La más joven sobre las tablas del teatro es Cecilia Blanco, de 43 años. Bailarina prematura, con una excelente figura que sólo descompone cuando escucha hablar de comparaciones. Pone limitaciones a las facultades del cuerpo, pero intentando y valorando lo  que poseemos. “No se trata de pretender que un mayor llegue a hacer lo que un joven, sino de mostrar esa parcela de belleza que a la vejez se les niega. La muerte es el único final, pero vivimos en una sociedad, la que hemos creado, que rinde culto a la juventud como única verdad absoluta y que reniega de los ancianos”. Menos en Fuerza de la Gravedad, donde el tiempo, el valor de los años, la majestuosidad del cuerpo y el protagonismo de las personas mayores, adquiere sentido como cada vivencia llevada al teatro por parte de Roberto Dimitrievitch, Galina Gladinkova, Cecilia Blanco y Estella Isoldi.

“NO HAY UN CUERPO CAPAZ Y UNO QUE NO LO ES”

ENTREVISTA DIRECTORA, DAMIANA POGGI

Actriz, directora, Damiana Poggi presenta Fuerza de Gravedad como una confluencia entre teatro-danza y documental. De esa adaptación surgen más preguntas que respuestas acerca del cuerpo, el movimiento y el paso del tiempo, pero con una reivindicación: “que no es necesario adaptar un cuerpo al paso del tiempo”.
DAMIANA POGGI
  • ¿Cómo es la relación de una persona de su edad con su cuerpo en ese deseo de adaptarlo en el  tiempo, espacio y escenario?

Quizás, los más indicados para contestar esto serían los intérpretes de la obra, pero, creo que justamente una de las cosas que hemos trabajado y pensado en el proceso creativo, fue justamente la reivindicación de que no es necesario adaptar un cuerpo al paso del tiempo. Esta adaptación, es una adaptación que propone el mercado en un contexto Capitalista. En su forma mercantil de comprender y percibir el cuerpo. Creo que un cuerpo, si está activo y en comunicación con su propia percepción no necesita “adaptarse” sino que va descubriendo en cada momento de la vida cuál es su potencia.

¿Qué reflexión y enseñanza se quiere transmitir a través de un cuerpo contemporáneo en la figura de tres personas mayores?

Como directora de la obra no me he planteado el trabajo en términos de “mensaje a trasmitir” sino que de alguna manera, Fuerza de Gravedad es una reflexión, en principio mía pero finalmente grupal, acerca del cuerpo, el paso del tiempo, el desgaste, la resistencia,  en donde cada espectador hará un recorrido propio y sacará sus propias conclusiones. La obra es una invitación a una reflexión conjunta. En términos artísticos, me  interesan más las preguntas abiertas y los interrogantes que las respuestas cerradas que apuntan a un mensaje único de lectura. La vida es justamente una multiplicad de posibles lecturas y el acto de la libertad radica en poder elaborar las propias respuestas.

La obra se nos revela como un instante para pensar acerca de la vida y la muerte, los miedos, el tiempo, los límites del cuerpo, la resistencia, el lugar del cuerpo “viejo” en la forma contemporánea de percibir y definir el cuerpo. ¿Qué reflexión hace de cada uno de estos “pasos” escénicos?

Todos estos interrogantes nacen como impulso para intentar comprender mejor algunas circunstancias que me rodean. Me interesa pensar el cuerpo, la resistencia, los límites de esa resistencia. Creo que la obra se eleva metafóricamente como una búsqueda de respuestas a esas preguntas. La obra es en sí misma una invitación al pensamiento. El trabajo no busca ser representativo o anecdótico en cuanto a las experiencias biográficas de sus intérpretes, sino abrir un horizonte de posibles lecturas y sensaciones. Esto no implica, claro está, que no haya un soporte conceptual muy firme acerca de lo que quiero transmitir con el trabajo, pero si hay un cuidado y una búsqueda acerca de cómo mostrar eso que se quiere trabajar.

¿Cree que la sociedad debe de aprender a ver y valorar las posibilidades  que existen en un cuerpo sin tener que contemplar la edad? ¿Qué importancia tiene el cuerpo “viejo” en el concepto más contemporáneo que se tiene del mismo? ¿Cómo debemos aceptar y mirar nuestro cuerpo al paso del tiempo?

Sería una paradoja para el capitalismo. Pero creo que la pregunta sobre la “valoración de las posibilidades que existen en un cuerpo sin contemplar la edad” anida una trampa. Estamos acostumbrados a ver y percibir el cuerpo en términos que delimita y sugiere la sociedad de consumo capitalista. Es decir, cuerpo es aquel que produce mercancía y aquel plausible de consumirlas. Pero siempre dentro de un recorte. Es decir, se exige un modelo de productor y hay un modelo masivo de consumidor. Ahora bien, que pasa con el resto, ¿hay resto? ¿O en realidad ese superhombre- mujer modelo es una construcción virtual irreal para incentivar un consumo desmedido, donde solo existen sujetos que nunca llegaran a alcanzar ese referente macabro que imponen los modelos de híper-consumo? Entonces, creo que no se trata de valorar las posibilidades de lo diferente, de lo otro. Porque no hay un cuerpo capaz y uno que no lo es. Valorar la edad implicaría que hay un referente “la juventud”, y acá anida la trampa. Esta referencia no es real en términos vitales, sino que es una construcción social. De hecho hay sociedades o comunidades donde la figura del anciano ocupa un lugar de supremacía por encima de la del joven. La vida es evolución, y en esa evolución el cuerpo se va resignificando. Creo que mientras sigan existiendo estos modelos de sociedad desiguales será muy complejo el cambio de algunos paradigmas. Pero aquí está el valor político y ético del arte. Esta es nuestra pequeña revolución: La construcción de espacios de pensamiento donde sea posible percibir el cuerpo y la vida de manera más justa y bella.

Leí en una entrevista suya que dijo que   “a veces no hace falta ser tan virtuoso para ser un buen bailarín”, pero ¿qué condiciones y pensamientos habrá tenido  aquel que lo ha alcanzado?

Yo soy actriz, vengo del teatro, hice danza muchos años pero no soy bailarina. Trabajo como docente de entrenamiento corporal para actores en el Departamento de Arte Dramático de la UNA (Universidad Nacional de Arte) en Buenos Aires. Me interesa el trabajo desde el movimiento y el cuerpo. Me interesa el teatro entendido como espacio de confluencia entre diversas disciplinas. Desde ese lugar creo que la virtuosidad no radica en el aspecto técnico del movimiento, sino en una experiencia mucho más profunda e inexplicable. En el contexto de producción de este trabajo yo me hice la pregunta ¿qué es lo que mantiene vivo a un cuerpo? Y creo que algo de esto se vincula con la idea de lo que para mí es la actuación y el movimiento: hay una fuerza que moviliza las cosas y las empuja, esa es para mí la materia prima de cualquier movimiento, en la escena y en la vida.

Por otro lado no creo que haya lugares a alcanzar, ni en términos profesionales, ni en la vida. Esa es otra trampa social en la que mi generación está muy inmersa. La idea de “carrera” es en sí misma un atentado a la idea de evolución permanente, donde no hay que correr hacia ningún lado, ni ganarle a ningún otro.

Para llevar a escena Fuerza de Gravedad era fundamental comenzar por el estudio e investigación de la relación del cuerpo de Gladínkova, Dimitrievitch e Isoldi con el paso del tiempo. La representación de este espectáculo es más una muestra teatral, documental o física?

Fuerza de Gravedad es quizás una confluencia. Si tuviéremos que delimitarla yo diría que es una obra de “Teatro-Danza Documental”

¿Cómo podemos hacer visible aquello que la sociedad oculta o deja relegado a los espacios interiores del hogar o los asilos?

Considero que el arte es un gran ejercicio de visibilización. Como mencioné antes, creo que en esa acción de quitar el velo sobre lo que la sociedad busca ocultar radica la potencia política del arte.

La puesta en escena de “Fuerza de  Gravedad” es la culminación, adaptación y éxito de una investigación, documental o trabajo teatral?

Es por un lado la culminación de un proceso de trabajo  de un año y medio que implicó un trabajo profundo de investigación e improvisación sobre el material documental de los tres intérpretes Stella Maris Isoldi, Roberto Dimitrievitch y Stella Maris Isoldi y es a partir de nuestro estreno en el Frinje el nacimiento de un nuevo momento del trabajo. Fuerza de gravedad es todo eso: trabajo documental, trabajo teatral, trabajo corporal, etc.

FUERZA DE LA GRAVEDAD